(del 10 al 16 de junio)
La mañana del pasado jueves 13 de
junio me ocurrió algo realmente curioso. Desperté y, como suelo
hacer cada día desde que soy un universitario de tarde, me senté frente al ordenador a saborear el dulce y
necesario café matutino mientras abría diferentes periódicos
digitales para ver si, de una vez por todas, leía la noticia que con tantas ganas ansío: “El Congreso de los Diputados entrega sus
escaños de forma pacífica y se pone a disposición de la soberanía
popular”. Pero, como cada mañana desde que empezó la crisis, esta
fantasía siguió presa en mi imaginación.
En su lugar, pude leer cosas como que
la pobre, ilusa e inocente Infanta Cristina vendió tierras por valor
de 1,43 millones de euros según Hacienda (ella, para variar, no sabe
nada), mientras que la culpabilidad de su marido Urdangarín dio otro
pequeño paso más en la dirección que conduce del supuesto al
hecho, al confirmarse la realización de facturas falsas por parte de
Nóos. Seguí mirando titulares y comprobé sin asombro que le habían
encontrado unos veintitantos millones más sin declarar a Bárcenas
en Suiza y que el antiguo presidente de la Patronal, Díaz Ferrán,
era declarado culpable de la quiebra de Marsans. Recuerdo que pensé:
“¿Es esto eso que llaman marca España?”. Cada rincón de esta
democracia que hace ya algunos años se montaron entre unos cuantos
tiene ya tal cantidad de mierda escondida que su nauseabundo tufo
empieza a ser difícil de tapar. Gracias a esta honorable y justa democracia que tenemos, la gran mayoría de ladrones residentes en España elevan a los altares políticos cada cuatro años a la ideología cleptómana española.
Mi viaje cibernético entre las
noticias acabó en una entrevista a Falciani donde éste explicaba
los métodos y las trampas que los expertos llevan a cabo para hacer
perder el dinero de todos dentro de un agujero negro en forma de bolsillo de unos pocos. Ingeniería
Financiera es el nombre elegante que le han puesto a este delito
amparado por la ley para intentar ocultar su asquerosidad moral. A
mi, personalmente (hablo como futuro ingeniero), me parece un insulto
que se les dé la denominación de ingenieros a aquellos que no son
más que meros estafadores financieros.
Desde aquella mañana, la palabra
evasión fiscal está encerrada en mi cabeza, dando vueltas de un
lado para otro: evasión, evasión, evasión... En uno de esos paseos, coincidió con esa parte friki del cerebro que tanto me gusta
cultivar y el resultado fue que acabé tarareando la melodía de la película Evasión o Victoria. En España, tenemos la evasión
(fiscal) y la victoria (judicial), y es que a base de regates legales
al más puro estilo Pelé y gracias a sentencias paradas de penalti
al más puro estilo Silvester Stallone, no sólo nos están ganando
el partido (político), si no que encima se ríen en nuestra cara
desde su estado de derecho después de habernos saqueado lo poco que
creíamos tener.
Feliz domingo.
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