Reflexiones dominicales embrutecidas.

domingo, 24 de mayo de 2015

La muerte del replicante.

Este 24 de mayo, sacro día dominical, quería actualizar bien temprano, quizás no tanto como para adelantarme a la apertura de los colegios electores, pero si lo suficiente como para esquivar y, en su defecto, obviar las datos de participación, los análisis previos, los discursos vacíos de la festividad democrática, las encuestas de cierre y los datos de recuento parcial y total. Quiero anticiparme a todo el circo mediático y al aluvión de cifras y conclusiones para poder escribir con la ilusión que solo la previa otorga, ya que en las elecciones andaluzas esperé a ver los resultados y acabé escupiendo una entrada llena de rabia e impotencia (aunque no falta de verdad).

Quiero llenarme de ilusión, una vez más, porque después de ver el asqueroso acoso electoral y leer actos deplorables y vomitivos por parte de aquellos que se llenan la boca con la palabra democracia, lo necesito. Y es que he visto naves de ataque arder más allá de Orión. He visto como el partido que lleva por bandera la austeridad se gasta 20 millones de euros en intentar tapar sus vergüenzas y descosidos. He visto a un presidente del Gobierno, muy español y mucho español, hundirse en la pobreza dialéctica del patriotismo y los argumentos irracionales que este otorga. He visto como el voto por correo, avance democrático para no marginar a los desplazados, es utilizado como un método de pucherazo 2.0 en un ruin mercado laboral de compra-venta electoral y de abuso de mayores. He visto también como este instrumento democrático que acorta distancias se deshace en una entramada burocracia que absorbe al emigrante hasta el hondo pozo de la abstención. He visto a corruptos, condenados e imputados, volver a imprimir su nombre en esas listas que los grandes partidos han prometido limpiar. He visto a damiselas de alta cuna pasar de los programas que piensan incumplir para tener libertad de acción y ausencia de responsabilidad. He visto como los aterrorizados usan el marchito terrorismo de ETA para intentar sembrar el miedo que la banda ya no da. He visto a una condesa y consorte con 30 años de antigüedad política pasear su luciferina cara bonita (y sus cheques de 5 millones de euros) ante la adulación de la prensa conservadora y la incredulidad de la mísera plebe.

Pero quiero llenarme de ilusión porque no todo lo que ha desfilado ante mis ojos ha sido miseria y displicencia, ya que también he sentido como todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. He visto a una jueza repartir los zascas que tanto necesitaban en la capital. He visto a la mayor activista antidesahucios del país enfrentar su alegre sonrisa a los negros semblantes de la autoridad catalana. He visto a un científico minusválido demostrar su mayor valía y superar todo tipo de obstáculos y adversidades para cambiar el trono de hierro del sillón presidencial de Aragón por su digna y funcional silla de ruedas. He visto a un comparsista mirar cara a cara a la caciquesa gaditana para clavarle en una mirada todos los pasodobles que de oído a oído le cruzaron carnaval tras carnaval.

Sé que seguramente me equivoque y la realidad vuelva a pegarme la hostia en la cara, pero espero, sinceramente, que la esperanza que tengo para hoy no se apellide Aguirre. Quizás tenga que dejar de ilusionarme con tanta facilidad, pero no se le puede pedir otra cosa a alguien que, aun sabiendo que los Reyes son los padres, sigue acostándose el 5 de enero con el pellizco en el estómago y los nervios en la sonrisa.


Feliz domingo.

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