Como cada domingo, el despertador
me golpea a las 06:30 y, en unos pocos minutos de efectivo automatismo, ya
estoy listo para ir a trabajar. De lunes por la mañana a viernes por la tarde
soy un valiente autónomo experto en fontanería, pero los fines de semana, me
encandilo el delantal y trabajo de camarero en el bar de mi amigo Albert, así puedo tener algo más de dinero a final de mes. No conozco lo que es el tiempo libre, pero sé
que es la única forma posible de forrarme de un modo honrado, y es que cualquiera
puede llegar a ser rico. Es decir, si en este país hay tantos millonarios… ¿por
qué no voy a ser yo uno de ellos? Mira Amancio Ortega, un hombre que empezó
desde abajo y que ahora es el que parte el bacalao en este país. O El Pocero,
cuyo analfabetismo no le ha impedido llegar a la élite industrial de la
sociedad española. Sí, se puede llegar a ser rico y yo voy a serlo.
Me paso la mañana entre tostadas
y cafés que vienen y van, van y vienen, mientras pienso en mi preciado sueño… A
mis 44 años aun no tengo una casa grande y lujosa, ni un coche de alta gama, ni
trajes y zapatos caros, pero sé que algún día los tendré. Llevo trabajando
desde los 16 y tampoco voy a restaurantes caros ni a discotecas de moda, ni
hago viajes en primera alojándome en hoteles de cinco estrellas, pero sé que algún
día lo haré. Tan solo debo seguir trabajando día y noche sin descanso y
conseguir que estos politicuchos dejen de robarme por activa con su corrupción
y por pasiva con sus impuestos, por eso, a las 12:30, le pido a Albert que me
dé diez minutos de descanso para acercarme al colegio electoral y depositar mis ilusiones en la papeleta que desde esta mañana llevo bien guardada en el bolsillo de atrás.
Sé que mi sueño es posible, sé
que podré llegar a viejo con una fortuna de dinero…
…y una ruina de tiempo.
Por lo que, evidentemente, mi voto es para...
P.D.: Feliz domingo.
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