Reflexiones dominicales embrutecidas.

domingo, 3 de marzo de 2013

Alegato meridional

(del 25 de febrero al 3 de marzo)


El 28 de febrero de 1980 se aprueba en referéndum el acceso a la autonomía de Andalucía a través del artículo 151 de la Constitución española y desde entonces, en dicha fecha, se celebra el Día de Andalucía. En mi opinión, lo que se celebra es un fracaso al que los políticos le dieron la vuelta para convertirlo en su triunfo, ya que la proclamación de Andalucía como una Comunidad Autónoma del Estado español a mí me parece insuficiente, y más por la vía del 151.

La actual España es un país unido a la fuerza y excesivamente centralizado, es el invento de una derecha patriótica que vive una ilusión que consigue vender e imponer al resto gracias al poder que da el dinero y la herencia del franquismo. Existen culturas en la península ibérica perfectamente diferenciables: vascos, catalanes, gallegos, asturianos, mallorquíes, andaluces... Sin embargo, la centralización del gobierno lleva a nuestros mandatarios a pensar que España es una grande y libre cuya máxima expresión es Madrid, y si algo he aprendido con los años, es que Andalucía no es Madrid y, por lo tanto, no es España. En estos convulsos días en los que se habla mucho del referéndum catalán, yo, aparte de apoyarlo, abogo por uno andaluz, porque una de las cosas que le tengo que reprochar a mi tierra es su dejadez en reivindicar las políticas andalucistas que proclamó el denominado padre de la patria andaluza: Blas Infante. Me quema el alma ver como PSOE y PP se llenan la boca hablando de este notario malagueño, ensalzando la bandera que bordó y el himno que compuso y olvidando el contenido de su Ideal Andaluz. Porque a Blas Infante no lo mataron por diseñar los símbolos que agrupan a esta tierra con cultura e identidad propias, a Blas Infante lo mataron por desarrollar toda una teoría socio-económica que proponía inteligentes y revolucionarias soluciones a los problemas que llevamos arrastrando años. Este ideario se puede resumir en una sola frase: LA TIERRA PARA EL QUE LA TRABAJA. Quizás seamos de las regiones más ricas de toda Europa y con una de las poblaciones más empobrecidas, y todo porque durante años hemos sido sodomizados por señoritos andaluces con injustos privilegios medievales heredados del sufrimiento de nuestros antepasados. Ellos quieren que el motor económico de Andalucía sea el turismo porque apuestan por mantener el servilismo mamón del pobre andaluz con la consecuencia de que este tenga que dar hasta las gracias por poder llevarse algo a la boca. 

Yo exijo una expropiación total de todos los grandes latifundios de marqueses, condes y duques que nada saben de arar, sembrar y recoger. Exijo la nulidad completa de cualquier título nobiliario inventado por ancestros Borbones que no son más que el rescoldo de un extinto Imperio Español. Exijo una independencia política que nos permita llevar a cabo una auténtica revolución del campo en la que los jornaleros sean dueños de la tierra que trabajan. Exijo una nueva Ley de Costas que evite que lo poco virgen que queda de nuestro litoral se convierta también en esa monótona y hortera masa de ladrillo que va desde Marbella hasta Torre del Mar. Exijo una inversión en infraestructuras para el pueblo, que tener un caro AVE entre las capitales está muy bien, pero el auténtico motor de la economía andaluza se tiene que basar en las poblaciones y el contacto entre ellas, y para ello hacen falta mejores carreteras y una red de cercanías y trenes digna. Exijo potenciar la investigación para desarrollar técnicas y tecnologías que optimicen el aprovechamiento de nuestros campos y mares y la creación de fuentes energéticas renovables y sostenibles que sirvan de base para una industria basada en la necesidad y no en la avaricia.

Sé que la dificultad es enorme, pues aparte de exigir una utopía, el mayor problema que encuentro es que muchos paisanos míos se sienten orgullosos de su condición de vasallos y creen que limpiar el caballo al terrateniente rico que les paga, les hace andaluces de verdad. Hablo de esa Andalucía que le toca las palmas a la duquesa de Alba (hija predilecta de Andalucía según la Junta y una repugnante negrera payasa según mi criterio) para que esta baile de forma bochornosa y sea centro del espectáculo basado en el puterío que nos regala la endiosada élite pija al resto de mortales. Pan y circo para el pueblo y que este siga dormido y agradeciendo las limosnas.

A mi ya no me enamora la rojigualda, sino la verde blanca y verde con una roja estrella en su centro, por eso carezco de sentimiento español, porque siento que, culturalmente hablando, poco me une a todo lo que hay más arriba de despeñaperros. Esto no quiere decir que no respete y admire al resto de culturas de la península ibérica, que me parecen igual de ricas y dignas que la mía, pero la realidad aquí abajo exige políticas totalmente diferentes de las que se llevan a cabo en el norte y, por ello, con los años he acabado siendo un independentista andaluz que sueña con la creación de un movimiento social fuerte que acabe transformándose en un partido político andalucista basado en principios y no en acuerdos comerciales de poder.


Feliz domingo.

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