(del 18 al 24 de febrero)
Una marea verde por la Educación, una blanca por la Sanidad, una
naranja por los Servicios Sociales y la Dependencia y otra roja por los Parados.
Todas juntas marcharon ayer sábado 23 de febrero unidas bajo la bandera de la
indignación, que cada día ondea en más azoteas españolas, contra una casta
política caótica y corrupta hasta las entrañas, una Casa Real cuyos remiendos
empiezan a desgarrarse y unos grandes empresarios que hace tiempo olvidaron el
significado de la palabra humanidad.
Una marea que sube, crece y marea, y que por eso intenta ser
deslegitimizada con una metralleta de falacias que intentan convertirse en
razonamientos a través del embiste de la masa analfabeta, ciega y fanática. Mientras
ellos están ahí arriba, en sus atriles, con sus micrófonos y los medios de
comunicación a sus pies, aquí abajo, que llevamos ya tiempo notando que nos
hundimos, estamos uniéndonos al agua para intentar canalizar su fuerza de forma
justa y coherente. Be water my friend, que diría Bruce Lee. Ellos desde su
tribuna de prensa imponen con prepotencia su criterio, llenándose la boca con
palabras como libertad y democracia y despreciando el contenido que estas
encierran, mientras nosotros seguimos aquí abajo dando un ejemplo de bondad y
humanidad, reteniendo toda la violencia en nuestro interior y canalizando la
rabia en ingeniosos eslóganes para pancartas.
Pero la marea sigue subiendo e inundando más lugares mientras España
entera sigue hundiéndose en la miseria de un sistema donde el que gobierna es o
un delincuente inmoral o un estúpido incompetente. Se burlan de nosotros con la
confiada chulería que permite el poder y aún así, hay gente impasible que, pegada
al sofá, con una mano en la entrepierna y la otra en el mando a distancia, no
se entera de nada (o no se quiere enterar). Un día notarán el agua correr bajo
sus pies y será entonces cuando tendrán que decidir si quieren ser vasallos de
inmerecedores niños pijos o dueños de sus derechos y de su libertad, si quieren
crear un mundo y una sociedad basada en la justicia y el bienestar humano o en el
trapaleo y lo económicamente rentable.
Y si todo sigue igual, seguirá aumentando el nivel de la marea hasta
pillar desprevenido en su islote de salvación al presidente, obligándole a
hacer lo que nunca ha hecho: tomar una decisión. Porque aunque vacile de su
actitud, poco le valdrá entonces que, como si de un anuncio de whisky se
tratara, se estire en su cómodo sillón mientras exclama: a veces la mejor decisión, es no tomar ninguna decisión. Gente sin
complejos. Y desde su vida plácida y cómoda adopta soluciones inservibles para
problemas menores, mientras pide ayuda a
invisibles dioses y adora a obispos y curas que desde sus tronos de oro, sus
trajes de seda y sus mesas llenas de manjares se solidarizan con la pobreza en
el tercer mundo. Pero claro, no se puede permitir la crítica de esos actores
que de la misma manera, embutidos en caros modelos de diseño y exhibiendo su
cara bisutería, hacen uso de su libertad de expresión y dan discursos
reivindicativos al recoger un premio. Falsedad y doble moral desde el primero
al último de los peldaños de esta sucia sociedad.
Y con tanta marea, tan solo me queda rezar al dios de los mares para
que la fuerza de estas aguas no sea un tsunami descontrolado que termine de
arrasar a este catastrófico país. Oh inmortal Poseidón el del furioso tridente,a ti me encomiendo en esta difícil empresa, propicia que este velero llegue abuen puerto. Permite que la izquierda sepa reinventarse más allá de falsos
socialistas y garrulos comunistas y que la derecha se modernice dentro de sus
limitadas posibilidades y entre de una vez en el siglo XXI, abandonando la
idolatría a Francisco Franco. Oh Calíope, augusta entre las musas, haz florecer
una república federal con una democracia madura manejada por hombres con
principios y no con negocios. Trae la revolución.
Feliz domingo.
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