(del 7 al 13 de enero)
Escribo estas líneas con una
sonrisa que no para de exclamar que el
tiempo pone a cada uno en su lugar. Recurrir a la sabiduría popular a
través de los refranes quizás sea algo típico y en ocasiones resulte falaz,
pero a veces son la mejor manera de expresar un te lo dije o un ya lo sabía
yo… Puede parecer que las palabras que siguen están cargadas de venganza al
ser servidas en frío, pero nada más lejos de la realidad, ya que lo único que
guía a mis dedos sobre el teclado es la satisfacción que produce la justicia y,
si llegan tarde, es por la lentitud con la que esta trabaja en nuestro país.
Quien me conoce sabe de mi
admiración por el pueblo y la cultura catalana. Soy de esas extrañas personas
que entienden y comprenden el independentismo catalán y que, parcialmente,
incluso lo apoya (aunque en ocasiones me parezca absurda la importancia que le
conceden). Lo que no apoyo ni soporto es la prepotencia de creerse una cultura
superior al resto y defenderla usando como método el ataque a todas las demás,
algo a lo que el señor Duran i Lleida está más que acostumbrado, pues su
desprecio hacia los andaluces ha quedado patente en sus más que conocidas
declaraciones populistas y demagógicas apoyadas en un mísero estereotipo provocado
por un profundo desconocimiento. Lo dije y lo repito: no necesito atacar a
nadie ni pertenecer administrativamente a ningún Estado para reafirmarme en mi
cultura y en mi identidad.
Todos los pueblos tienen su cara
y su cruz. Yo soy un andaluz que aunque nunca renegará de su patria andaluza, jamás
defenderá a esa Andalucía orgullosa de
su condición de vasalla que se arrastra tras la limosna del señorito a caballo.
He vivido y crecido aquí, y conozco las desgracias y virtudes de esta tierra
mucho mejor que usted. Sé que hay gente miserable que estafa con el PER (y con
otras tantas trampas, algo que por desgracia es común en todo el territorio
español, incluso en Catalunya), pero también sé que la gran mayoría son
honrados trabajadores que sudan sangre para mantener las condiciones mínimas de
una vida digna.
No voy a cometer el error de
meter a todos los catalanes en el mismo saco, pues el año que viví en Barcelona
me ha enseñado que son un pueblo que merece todo mi respeto y admiración, pero
sí que voy a criticar su soberbia y la de su partido. Presumía usted de
trabajador estafado y arremetía contra
los que vivían del subsidio, mirando la paja en el ojo ajeno e ignorando
la
financiación ilegal que su partido estaba llevando a cabo a través de subvenciones
europeas. Critica usted la mísera limosna que reciben los agricultores
andaluces (426 euros mensuales) mientras lleva toda la vida lucrándose de la paupérrima
y arruinada democracia española y catalana. Porque aparte de su estratosférico sueldo
(96.777,52 euros brutos anuales), percibe usted
1.823,86 euros al mes exentos de tributación para costear los gastos que
conlleva no ser de Madrid y trabajar allí (para más información detallada sobre
el sueldo de Duran i Lleida pinche aquí). Presumía
usted de honradez y profesionalidad y hasta se atrevió a decir que si se
demostraba la financiación ilegal de CiU dimitiría, pero aquellas palabras, que
no fueron más que mentiras que pintaban la fachada de una casa arruinada, han acabado
como casi todas las de su casta política: llevándoselas el viento.
Su partido, CiU, y usted, Antoni Durán i
Lleida, dicen sentirse muy diferentes al resto de España, sin embargo, igual
que en su día lo hizo el campechano y español rey Juan Carlos y la diva
madrileña Ana Botella, no dudan en recurrir a la excusa de moda en este país
para eludir responsabilidades: demanar perdó.
Bon diumenge.
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