Reflexiones dominicales embrutecidas.

domingo, 18 de noviembre de 2012

Aprendiendo a luchar

(del 12 al 18 de noviembre)


Mediados de la década de los 70 en España. Un país entero observa los últimos años de un decrépito dictador que ha conseguido implantar durante 40 años un Antiguo Régimen en medio de una nueva Europa. Son días de manifestaciones, de huelgas ilegales, de himnos de lucha compuestos por cantautores comprometidos, de discursos cargados de literatura, de jóvenes revolucionarios que exigen un futuro libre y justo. El rock psicodélico coquetea a escondidas con el flamenco, la música impregna a toda una generación con la utopía de Woodstock y las barbas, melenas y bikinis reflejan las ansías de libertad de toda una nación. “Españoles… Franco, ha muerto”. Y el grito de alegría y desahogo de una juventud oprimida retumbó en todo el mundo. Comienza entonces la transición con líderes que transmiten ilusión y esperanza. La libertad de expresión exige su sitio y por fin se divulgan diferentes puntos de vista y nuevas propuestas, enriqueciendo así los debates para encontrar soluciones. Todo ocurre bajo la atenta mirada de un pasivo, pero campechano y joven Juan Carlos I de Borbón, heredero del caudillo por la gracia de Dios.  Se legaliza el Partido Comunista y por primera vez en muchos años, su secretario general Santiago Carrillo vuelve a España sin esconderse bajo una peluca. Son días donde un joven abogado socialista de Sevilla empieza a enamorar a una patria ansiosa por llegar a la modernidad que le rodea. Días donde los universitarios caminaban con su diario El País bajo el brazo e intercambiaban opiniones, conocimientos y puntos de vista en la facultad. Días donde los hoy difuntos archienemigos Carrillo y Fraga tomaban copas juntos mientras decidían el futuro de un país al que le habían robado 40 años. Días donde un siempre correcto y moderado Adolfo Suárez tomó la responsabilidad de guiar el barco en el que cada marinero quería tomar un rumbo ante el océano de posibilidades que se abría.  Nace por fin la intocable Constitución de 1978 y los españoles acuden en masa a votar en unas ya históricas Elecciones Generales, y cuando en 1982 se supera un fallido golpe de Estado y accede la izquierda al poder, se da por finalizado el proceso de transición. Ya somos un país moderno.


Preciosa historia al más puro estilo Papá Cuéntame Otra Vez de Ismael Serrano ¿verdad? Así me la han contado y así me la transmite la música y escritos de aquella época. Cualquier tiempo pasado fue mejor reza el refrán. Quizás el tiempo magnifica la alegría del momento y no todo fue un camino de rosas… Que se lo pregunten si no a Felipe González, que después de la euforia inicial comenzó a traicionar cada vez más a menudo a un electorado cuya esperanza e ilusión decaía cada 4 años. Que se lo digan también, por ejemplo, a El País, que ha ido pasando de castaño oscuro a negro hasta dejar de ser un periódico para acabar siendo una empresa más que imprime folletos propagandísticos al servicio del capital. Que se lo digan a la música, que fue esclavizada por las discográficas multinacionales con la consecuencia de ofrecer insulsas canciones de amores rotos o de mujeres voluptuosas que mueven el culo mientras un chuloputas les azota. Que se lo digan a toda esa generación de exhippies que encontraron un trabajo estable, se afiliaron a un partido, formaron una familia y se acomodaron, olvidándose de transmitir a sus hijos el espíritu de lucha que en su día tuvieron y que el paso de los años les robó.

Y aquí, en este tiempo llamado principios del siglo XXI, en este espacio llamado España, en este panorama de crisis mundial, de incertidumbre, de impotencia y de desilusión… es donde aparece mi generación. La generación ni-ni: que ni estudia ni trabaja, que ni PSOE ni PP, que ni está a favor ni hace nada en contra. Sin duda somos la generación con la infancia y la adolescencia más feliz que jamás haya tenido este país. Una generación criada en la comodidad y quizás mimada en exceso. Una generación cuyos conocimientos y preparación supera a cualquiera que este país haya tenido, gracias a la lucha que nuestros padres en su día hicieron para que lo fuéramos. Pero nadie nos ha enseñado nunca como se han conseguido los derechos de los que disfrutamos. Nadie nos dijo jamás que siempre ha habido que luchar para ser libre. La Universidad se ha convertido en una mera continuación del Instituto, y éste, a su vez, en una continuación del Colegio. El ambiente de cultura, inquietud y curiosidad que debería respirarse en todas las facultades ha sido sustituido por un nauseabundo olor a indiferencia. Nada importa aparte de aprobar el próximo examen y terminar la carrera. Mientras papá y mamá paguen la matrícula, cada fin de semana se podrá sacar tiempo para una nueva borrachera y, con suerte, un nuevo ligue al que desnudar.  El resto da igual. En los tiempos en los que más accesibles están, el conocimiento y el saber han sido desplazados a un segundo plano. Y toda esta crítica también incluye a todos esos profesores acomodados que no aportan nada más allá de sus clases magistrales en las que llevan toda una vida soltando el mismo discurso. Nos han educado en la obediencia ciega a la autoridad, en acatar lo que hay y en no cuestionar lo que otros decidieron. ¿Qué sangre va a hervirle a una generación donde a la mayoría por las venas les corre horchata?

Pero no han contado con un factor determinante: somos una generación libre desde nuestro nacimiento, lo que implica que no sabemos vivir sin la libertad. Y este recorte de derechos llegará un día al extremo y tocará por fin la fibra revolucionaria que todo joven tiene por defecto, entonces, la tristeza e impotencia será sustituida por la rabia y la acción. Porque no olvidemos que un 15 de mayo de 2011 pudimos tomar todas las plazas de este país con tan solo una tienda de campaña y un teléfono móvil con conexión 3G. Ese día vencimos al sistema de propaganda televisiva al que llaman periodismo, pusimos en tela de juicio a una cada vez más cuestionada y degenerada casta política que optó por ponerse a la defensiva con declaraciones rebosantes de nervios y argumentos plagados de falacias. En vez de escuchar eligieron cerrar su sistema con una injusta Ley Electoral y perpetuarse en el poder hasta exprimir el poco jugo que le queda a este país.

"Los que hacen imposible una evolución pacífica, harán inevitable una revolución violenta"


Sinceramente yo creo, porque necesito creerlo así, que no estamos acabados, que no hemos sido vencidos, que esta juventud aun tiene que explotar y que, simplemente y aunque algo tarde, por fin estamos aprendiendo a luchar.


Feliz domingo.

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